Cómo elevar nuestra frecuencia vibratoria
En este artículo me gustaría hablar sobre las maneras de elevar nuestra frecuencia vibratoria y las razones para hacerlo.
Gestionar nuestra propia vibración es fundamental si queremos experimentar una buena salud y también si queremos manifestar nuestros deseos.
El hecho es que estamos viviendo fluctuaciones constantes de nuestra frecuencia vibratoria, lo sepamos o no. La cuestión es ser consciente de ello para mantenerla en todo momento lo más alta posible, porque, todas aquellas cosas deseables, sutiles y elevadas a las que aspiramos -la alegría, el amor, el bienestar- y las que nos acercan a ellas -la fragancia del jazmín o la rosa, por ejemplo- tienen las más altas frecuencias vibratorias.
Al igual que cuando tu radio está sintonizada a 650 AM, no escuchas 95 FM, tu experiencia vital es acorde con la frecuencia a la que vibras, pues solo puedes aspirar a aquello que vibra en una frecuencia similar.
Por supuesto, las emociones también tienen cada una su propia frecuencia. Es por ello que en Reiki las consideramos pistas clave para descubrir dónde están los bloqueos que nos mantienen enfermos.
Fíjate en esto: Seguro que consideras que la ira es una emoción desagradable que quieres evitar. Sin embargo, ¿nunca te has sentido mejor al pegar unos gritos, al quejarte por algo de forma desagradable, al pegar un portazo, al pegarle unos buenos pitidos a un coche…?
Si te sentiste mejor, aunque solo fuera momentáneamente, fue porque previamente estabas sufriendo una emoción de frecuencia inferior, como el dolor, la tristeza o la frustración. La emoción de la ira es una sensación de mayor frecuencia que las anteriores, y al pasar de alguna de ellas a la ira te sentirás mejor. Sin embargo, si hubieras estado experimentando esperanza, alegría u otras emociones de frecuencia vibratoria superior a la ira, al pasar a esta te sentirías peor, puesto que estarías haciendo bajar tu frecuencia.
La ira es una emoción que derrocha horriblemente nuestra energía, pero, de entre las emociones negativas, la de más alta frecuencia. Es por ello que, seguramente, habrás visto películas en las que se incita al héroe o heroína (o las circunstancias le conducen a ello) a alcanzar un estado de ira para liberar sus poderes.
Lo que ocurre es que, por supuesto, aunque el estado de la ira es de alta frecuencia, es muchísimo menos alta que la frecuencia de las emociones que realmente conducen al bienestar. Afortunadamente no somos hojas al viento, sino que podemos elevar nuestra frecuencia de forma consciente, a través de distintas prácticas y cambios en nuestro modo de vida.
La clave para manifestar una buena salud o cualquier otra cosa, es seguir avanzando progresiva e incrementalmente hacia una vibración más alta. Es posible dar un salto cuántico hasta ella, pero es menos común y aumentan las posibilidades de vuelva a bajar Algo así como lo que ocurre cuando pierdes peso demasiado rápido, que tiende a volver al poco tiempo, porque realmente no has alterado los hábitos y creencias subyacentes que te causaron el sobrepeso.
¿Y qué creencias y hábitos hemos de cambiar para aumentar nuestra frecuencia vibratoria?
Hay distintas categorías de cosas que la afectan.
Productos químicos: por ejemplo, sustancias ambientales, pesticidas, contaminantes, aditivos alimentarios, etc.
Alimentos y agua, así como otras sustancias ingeridas como alcohol, drogas, vitaminas y otros suplementos.
Actividades que pueden aumentar tu frecuencia: ejercicio, yoga, meditación, Chi Kung, Reiki y otras formas de sanación energética, baile. Muchas actividades pueden aumentar tu frecuencia, si te sientes bien haciendo algo, probablemente esté teniendo un efecto positivo en tu vibración y acercándote a las cosas que deseas.
Sustancias naturales, como aceites esenciales, determinadas plantas, cristales.
Sonidos y vibraciones, cuencos y otros instrumentos, y nuestra propia voz.
Símbolos, como los que usamos en Reiki.
Pero los factores más importantes son tus pensamientos, creencias y los sentimientos que generan, así como todo aquello que permites pasar por tu cerebro o que sale de tu boca.
Todo lo que vemos, oímos y decimos puede elevar o disminuir nuestra frecuencia. Todo lo que pensamos y decimos tiene un efecto sobre el mundo, aunque nadie te oiga o lo sepa. Nuestro mundo es energía yendo y viniendo en todas direcciones, emitida por todo lo que existe, visible o invisible, físico o etéreo, y cuando dos energías en la misma frecuencia se cruzan, se atraen mutuamente.
Cuando nuestra frecuencia ya es muy elevada de una forma constante es más difícil que la veamos disminuir por factores externos pasajeros. Pero cuando todavía no es así nos conviene estar muy atentos a cuanto vemos, decimos y experimentamos.

No hables mal de ti en tus pensamientos, ni de broma (“¡Se me ha olvidado otra vez. si es que soy tonta!!” ¡El examen es mañana, me quiero morir!). Lo mismo con respecto a otros: criticar, insultar, burlarse… De igual forma, evita escuchar a los maledicentes y a los que puedan hacerte sentir mal por cualquier razón.
Cuida lo que ves en la televisión, lo que lees en novelas, los espectáculos a los que asistes, los videojuegos… Lo violento no te beneficia. Prueba de ello es que, conforme aumenta nuestra vibración, nos desagrada de forma natural, aunque antes nos gustase.
La limpieza y organización son factores fundamentales que poca gente conoce. Ya sea en tu casa o en tu trabajo, si pasas gran parte de tu tiempo en un ambiente desorganizado, revuelto y sucio, la energía fluirá de forma inadecuada y esto también afectará tu frecuencia vibratoria.
Empieza a ser consciente de cómo se altera tu frecuencia. Fíjate en cómo te sientes cuando observas algo, interactúas con la gente, consumes alimentos y bebidas y realizas actividades.
Este es el comienzo de la gestión de la frecuencia de vibración.