Conocí a un hombre que tenía un magnífico semental. Todo el mundo hablaba de la suerte que tenía al haber conseguido un caballo así.
-Puede -decía él.
Un día el caballo se escapó.
La gente dijo que el hombre había tenido mala suerte.
-Puede -dijo él.
Pocos días después, el caballo regresó, seguido de una hilera de preciosos ponis.
La gente dijo que había tenido mucha suerte.
-Puede -dijo él.
Más tarde, su hijo se cayó de uno de los ponis y se rompió una pierna.
La gente dijo: ¡Qué mala suerte!
-Puede -dijo el hombre.
A la semana siguiente, los amigos del niño se fueron de excursión y, al cruzar por un viejo puente, este se derrumbó.
Todos ellos murieron, pero, gracias a la pierna rota, el hijo de ese hombre se quedó en casa y se salvó.