Miedo al fracaso y Reiki
Junto con el miedo al ridículo, hay dos tipos de circunstancias en las que perdemos la ocasión de beneficiarnos del Reiki:
Cuando creemos o damos por sentado que no servirá de nada, y cuando creemos que a lo mejor podría servir pero no nos atrevemos a intentarlo por miedo a fracasar.
El primer caso, el suponer que no va a servir, se da más entre las personas que comienzan. El practicante, pongamos por caso, se hace sus tratamientos cuando le duele la cabeza o cuando se siente estresado, pero no se le ocurre aplicárselo para tratar la fascitis plantar que lleva arrastrando meses, porque cree que esto es demasiado para el Reiki o que no es el tipo de cosas que puede curar (doy fé de que sí puede).
El segundo caso es totalmente distinto, y mucho más peligroso. El reikista experimentado, que ya se ha visto sorprendido por éxitos inesperados en varias ocasiones, se paraliza de miedo ante un caso concreto. Al no actuar, claramente pierde la ocasión de sorprenderse una vez más. Pero lo peor es que ese miedo puede ser el muro infranqueable que ya no pueda atravesar jamás.
¿Por qué sucede?
El practicante está feliz con el Reiki. Lo ha ido sometiendo cada vez a más duras pruebas y viendo como, seguramente en contra de su excepticismo, las iba superando.
Sus expectativas han ido creciendo, su confianza también. Se siente maravillosamente cuando logra ayudar a otra persona, y eso es a menudo. Ha olvidado la cara del farmacéutico y no sabe si aquella clínica a la que íba a pedir recetas de tranquilizantes seguirá allí.
Hasta ahora todo le ha salido bien. Cada vez que lo ha intentado, el Reiki ha funcionado. Se siente como en otra dimensión. Es un privilegiado que ha escapado del mundo de las sombras.
Y, de repente, algo ocurre y le congela el temor a que el Reiki no pueda saltar el listón esta vez.
Podría ser que la enfermedad afectara a una persona muy querida. Ahí nos tiembla el pulso, como a los cirujanos, y es la razón por la que, usualmente, estos prefieren no operar a su propia familia.
Pero incluso podría ser una cosa poco importante.
El hecho es que el Reiki ahora está obligado a funcionar porque el practicante ha puesto en él una fé que no soportaría ver traicionada. Una confianza que, aunque se ha ido consolidando, anda siempre en la cuerda floja, dado que la mayoría de la sociedad le ha dicho, una y mil veces, que cree en algo en lo que solo un idiota puede creer.
Si el Reiki no supera la siguiente prueba, sabe que toda esa confianza podría derrumbarse. Y no desea que eso suceda.
Ahora que ya me lo creo, ahora que ya confío en él, ahora que ya es de mi familia y me hace sentir tan bien… ¡menuda decepción si no consigo ayudar justo a esa persona a la que tanto quiero, y menudo ridículo voy a hacer si me ve imponiéndole las manos como Jesucristo, para nada!
Y luego se haría todos esos comentarios internos para los que se nos ha programado desde el nacimiento y con los que se nos sigue machacando día y noche: “Seguramente todas las veces en las que creí que funcionaba no debieron ser más que casualidades, sugestión, placebo… ¿Tendrán razón los que dicen que esto no vale para nada? ¿Entonces no puedo ayudar a mi madre, mi marido, mi hija, la gente que viene a mí con toda su confianza…? ¿He hecho el ridículo todo este tiempo? ¿Soy idiota?”
¡¿Quién quiere esa tortura mental?! ¿Quién quiere descender al nivel de absoluto desempoderamiento y dependencia del que empezaba a olvidarse?
Es mucho mejor meter la cabeza bajo tierra, cual avestruz, y dejar que de la enfermedad, o de lo que sea, se encargue solo otro. Y si ese otro no puede hacer gran cosa, pues seguro que yo tampoco, que no soy dios.
Bueno, lo que está garantizado es que no podrás llegar a saber hasta donde puedes llegar con el Reiki a no ser que traspases los limites de lo que en cada momento te parezca posible. Al fin y al cabo, ya lo has hecho ¿o no?
Posiblemente el Reiki tenga un límite, y en algún momento a lo mejor te topas con él, pero es más que probable que ese límite esté mucho más lejos de lo que imaginas.
¡Atrévete! ¡Inténtalo! ¡Inténtalo siempre! ¡Por loco, por difícil que sea, por imposible que parezca!