Basado en mi propia experiencia
En este artículo voy a compartir mi propia experiencia sobre cómo conseguí bajar mi tensión arterial utilizando productos naturales que, contrariamente a los de la medicina alopática, no solo no me han perjudicado, sino que me han traído beneficios adicionales.
Se trata de mi propia experiencia la cual comparto en beneficio de cualquiera que desee utilizarla haciendo uso del sentido común. Es decir, si tú llevas años usando un medicamento para bajar la tensión, debes consultar a un médico que te dé pautas para cambiar del método alopático al natural.
De repente me encontré con la tensión alta
En marzo de este año, 2020, mi tensión arterial, que tomaba varias veces al año y siempre había sido perfecta, incluso a veces demasiado baja, de repente, subió.
Antes de continuar tengo que mencionar algo: Llevaba semanas sin practicar Reiki, por el típico: “No hace falta, si estoy súper bien”. Pero entre la pandemia y los problemillas cotidianos, el estrés crece sin que nos demos cuenta. ¡Ahora no dejo ni un día sin darme autratamiento!
La primera vez que la tomé me sorprendió que la alta (sistólica) estuviera en 13, así que al día siguiente volví a tomármela y me encontré con casi 15 de sistólica y 9 de diastólica. Me pegué un susto, ya que no estaba acostumbrada a ver esas cifras, y tenía la errada creencia de que podía darme algo de un momento a otro.
Al día siguiente fui al médico de cabecera y, como me temía, me recetó las pastillitas de rigor. De por vida. Así, sin más. Sin exámenes ni preguntas de ningún tipo.
Me las tomé, a pesar de que aún no llegaba a la edad en que estaba mentalizada a tener que pasar por ciertos aros, porque no tenía tiempo de buscar soluciones naturales, debido a un viaje inminente.
A la segunda que tomé me dio tal urticaria por todo el cuerpo que, si pude dormir algo, fue gracias a mi aceite esencial de lavanda, el cual tuve que estar aplicándome durante toda la noche.
Transcurrida la noche en semivela, presa de picores infernales, me levanté por la mañana y, mientras estaba desayunando, sin siquiera haber tomado la pastilla, noté tal bajada de tensión que tuve que ir corriendo a la cama para no desmayarme en el suelo.
No quise saber nada más de la pastilla, y, como tampoco podía volver al médico porque ese mismo día me iba de viaje, cuando llegué a mi destino me puse a buscar alternativas naturales al problema.
Probé durante dos semanas con unas cápsulas que llevaban olivo, espino blanco y ajo. Los componentes parecían prometedores, pero, tal vez porque las dosis de activos eran inadecuadas, no me hicieron nada.
Cuando vi que la cosa no mejoraba por medios naturales, empecé a temerme que tendría que pasar por el aro y encadenarme a alguna pastilla de por vida, lo que me hizo estresarme aún más de lo que ya estaba (en pleno confinamiento). Estaba muy nerviosa desde el momento en que abría los ojos por la mañana.
Así que decidí sacar toda la artillería y poner en práctica todas las posibilidades que conocía, a la vez. Aquello tenía que bajar ya.
Soluciones Naturales
Decidí tomar:
- Extracto de hoja de olivo: 1.000 mg diarios, de ellos, el 20% oleuropeína, que es el componente que actúa sobre los problemas cardiovasculares.
Me basé, entre otros, en este estudio (en inglés). Pueden encontrarse más investigaciones aquí. - Citrato de Magnesio: 1.480 mg diarios. El cual, por cierto, me hizo dormir como una bendita desde la primera noche. Los beneficios del magnesio son múltiples y es un probado hipertensor. Más información (en inglés).
- Potasio: 1.116 mg de fosfato dipotásico. Necesario para el buen funcionamiento de los impulsos nerviosos y la contracción de todos los músculos del cuerpo humano y también ayuda a mantener un ritmo cardíaco regular y normal. Más información (en inglés).
- Durante un tiempo también estuve haciendo uso del aceite esencial de Ylang Ylang, vía oral y por inhalación.
La idea de tomarme la tensión me producía un ataque de ansiedad, lo cual la hacía subir todavía más. Tanto es así que tuve que ir poco a poco, exponiéndome primero a la visión del aparato, sin tomarla, y dos o tres días después, empecé a tomármela… sin mirar el resultado hasta unas horas después…, para minimizar la ansiedad.
Pero, ¡viva! ¡En un mes había bajado hasta casi lo normal, y antes de seis semanas desde el comienzo estaba completamente normalizada! Además, las palpitaciones que solía tener después de una comida no demasiado ligera ya no se daban, ni taquicardias, ni nervios… Y encima tenía la piel luminosa y mi transito intestinal jamás había sido más regular.
A los dos meses, rebajé la dosis de extracto de olivo a 500 mg, y más tardé incluso relajé mi disciplina con las tomas. Recientemente estuve al menos dos semanas sin tomar nada, sin que mi tensión se alterase.
Ninguno de estos productos me causó efectos secundarios, ni tampoco me siento esclava de ellos. Si los dejo de tomar un tiempo, no me da un subidón de tensión al cabo de nada, como sí puede ocurrir con las pastillas que me receto el médico. Y, lo mejor, encima tienen otros efectos beneficiosos añadidos.
Cuando me sienta en un periodo de mi vida más tranquilo, dejaré de tomar nada de esto, o lo haré en forma de curas.
En un próximo artículo explicaré la forma de rebajar el estrés y reducir la tensión arterial utilizando nada más que el poder de la propia mente.